En hogares de niños, comedores y residencias de adultos mayores, la soledad se ha vuelto una presencia constante. Silenciosa, cotidiana y muchas veces naturalizada, esta forma de abandono emocional afecta a miles de personas en el mundo. La falta devvínculos afectivos reales, la carencia de una mirada atenta, de una voz que pregunte¿cómo estás? , es hoy una de las problemáticas más invisibilizadas.
Una campaña urbana recientemente lanzada en CABA, San Isidro y La Plata, pone en  evidencia esta problemática a través de una pregunta simple pero poderosa: “Estás ahí?”
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Este interrogante invita a hacer una pausa en medio del ruido cotidiano para reconocer la ausencia del vínculo humano. La intención es clara: visibilizar la soledad emocional que  atraviesan niños y personas mayores, una realidad que rara vez ocupa la agenda pública   los titulares de los medios.
No se trata solo de pobreza o falta de acceso a derechos básicos. Aunque muchasvpersonas reciben comida, techo y atención médica, el contacto afectivo suele estar ausente.
Y esa carencia también afecta a nivel físico, emocional y psicológico. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la soledad no deseada “es uno de los mayores riesgos para el deterioro de la salud, y un factor determinante que favorece la entrada de lasvpersonas que la padecen, en situaciones de dependencia”.
Incluso, Álvaro Pascual-Leone, neurólogo y catedrático de la Universidad de Harvard,vcomparó la vivencia de la soledad con el peso que tiene fumar 15 cigarrillos por día paravque las personas entendieran las consecuencias de esta problemática.
La otra cara del abandono.
De acuerdo con las Estimaciones Mundiales de la Salud (GHE) Aproximadamente el 14%  de los adultos de 60 años o más viven con un trastorno mental, estas afecciones representan el 10,6% de la discapacidad total de los adultos mayores. Las afecciones de salud mental más frecuentes en los adultos mayores son la depresión y la ansiedad, y las Global Health Estimates (GHE) muestran que, a nivel mundial, alrededor de una cuarta parte de las muertes por suicidio se producen en personas de 60 años o más, siendo la soledad y el abandono dos de los factores de riesgo.
En el caso de los niños, el panorama es igual de alarmante. Datos de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y familia (SENAF), del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, y la UNICEF, indican que más de 9.000 niños, niñas, adolescentes y jóvenes viven en instituciones de cuidado formal en Argentina. Muchos de ellos pasan años sin establecer vínculos afectivos estables ni recibir visitas externas. Si bien reciben contención material y educativa, la falta de relaciones significativas impacta directamente e  su desarrollo emocional, su autoestima y su capacidad de crear lazos en el futuro.
Ahora bien, a nivel global, la Organización Mundial de la Salud declaró en 2023 que la soledad no deseada constituye una “epidemia silenciosa”, al advertir que tiene efectos
comparables a factores de riesgo como el tabaquismo o la obesidad, reforzando así la teoría del neurólogo Álvaro Pascual-Leone.
La pregunta apunta también a un fenómeno más amplio: la hiperconexión digital y el aislamiento real. Vivimos rodeados de pantallas, pero cada vez más desconectados emocionalmente. Las redes sociales nos acercan a quienes están lejos, pero muchas veces nos alejan de quienes tenemos cerca. En ese marco, el desafío es volver a estar. Estar de verdad. Escuchar, mirar, compartir tiempo. No desde la caridad ni desde la lástima, sin  desde la empatía y el compromiso cotidiano.
Entendiendo también que, diversos estudios sobre salud emocional coinciden en que los vínculos afectivos y el acompañamiento genuino son factores claves para la construcción de bienestar y resiliencia, tanto en la infancia como en la vejez.
No hay que ir muy lejos para evidenciar las consecuencias del abandono y la soledad. Durante el primer año de la pandemia por COVID-19, los niveles de ansiedad y depresión aumentaron un 25%, según un informe científico publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El aislamiento prolongado, la falta de contacto físico y la ruptura de los vínculos cotidianos tuvieron un impacto directo en la salud mental de millones de personas en el mundo. La paradoja es clara: en un mundo cada vez más conectado digitalmente pero aislado emocionalmente, necesitamos más que nunca vínculos genuinos.
El poder de la presencia Diversos estudios han evidenciado el impacto del acompañamiento afectivo. Este puede reducir significativamente los indicadores de tristeza, ansiedad y agresividad en niños y niñas judicializados o en abandono, al mismo tiempo que mejora la calidad de vida de los adultos mayores.
No se trata de grandes gestos ni soluciones mágicas. Muchas veces, una charla, un juego, una visita semanal es suficiente. El acompañamiento no es una terapia, ni una obligación; es simplemente estar, compartir tiempo, sostener una mirada, nombrar a alguien por su nombre.
Cuando se habla de acompañamiento, se hace referencia a la presencia emocional, de estar para el otro más allá de lo que esa persona pueda brindar. Para un niño o niña, tener un adulto que lo escuche, juegue o simplemente esté presente puede marcar la diferenciaen su infancia para siempre. Y para un abuelo, que alguien lo mire a los ojos, le pregunte cómo está, le tome la mano y le brinde compañía, puede devolverle el deseo de seguir existiendo.
Una campaña como disparador social
Detrás de la campaña se encuentra Huellas, una ONG platense que ha logrado conquistar diferentes ciudades de Argentina, e incluso países como: El Salvador, Uruguay y México. Desde hace más de 17 años promueve el acompañamiento afectivo como herramienta de transformación.
A lo largo de estos años, Huellas ha acompañado a más de 12.000 personas en situación de vulnerabilidad, y ha formado a miles de voluntarios que deciden donar su tiempo para estar con quienes más lo necesitan. No desde el deber, sino desde el deseo de construir
comunidad. “Hay miles de personas que reciben comida, abrigo y atención médica, pero no tienen compañía. Nadie les habla, nadie les pregunta cómo están. Eso también es abandono. Es una forma de violencia emocional que pasa desapercibida”, explica referente de Huellas.
La campaña “Estás ahí?” es una invitación. A mirar, a escuchar, a preguntarse qué lugar le damos al otro en nuestras vidas. Y a recordar que, en un mundo donde todo pasa rápido, tal vez el acto más transformador sea simplemente estar.
Más información sobre la campaña y cómo participar del voluntariado en: https://huellas.social/, La historia detrás de la campaña 'Estás Ahí?´