Mientras el gobierno celebra indicadores técnicos, miles de argentinos enfrentan un ajuste que, lejos de ser ordenado, ha resultado profundamente regresivo. El relato oficial habla de “reordenamiento” y “disciplina fiscal”, pero en los hogares y las pequeñas empresas, lo que se vive es paralización, desempleo y pérdida de poder adquisitivo. La economía no se resiste a avanzar: la están frenando desde el propio diseño del modelo.
En 2023, Argentina cerró con un déficit comercial de casi U$D 7.000 millones. Pero en lugar de impulsar la producción nacional y generar dólares genuinos, el gobierno optó por un shock de importaciones, apertura sin regulación y un tipo de cambio artificialmente barato. Resultado: en 2024 cerraron 16.500 PyMEs, y para 2025 se estima el cierre de otras 25.000. Eso no es modernización: es desindustrialización.
Las importaciones de Argentina en 2023 fueron de U$D 73.714 millones. Las exportaciones alcanzaron un total de 66.788 millones de dólares. En febrero de 2025, las exportaciones de Argentina totalizaron U$D 6.092 millones y las importaciones, U$D 5.864 millones.
El discurso de “estabilización” también oculta la otra cara: la caída del PBI del 1,7%, el desplome de la construcción, y un consumo interno paralizado. La gestión celebra el superávit fiscal del primer trimestre, pero lo logra a costa de licuar jubilaciones, frenar obra pública, despedir empleados del Estado y cortar transferencias a las provincias. No hay equilibrio fiscal sostenible cuando se construye sobre un recorte brutal del tejido social.
La inflación sigue siendo altísima, con subas acumuladas que impactan de lleno en los alimentos. El precio del pan, por ejemplo, superó los $4.400 en abril, con aumentos superiores al 12% mensual, mientras los salarios reales continúan perdiendo poder adquisitivo. No se trata solo de bajar la inflación: se trata de cómo y a qué costo.
El Banco Central proyecta un dólar oficial a $1.175 en diciembre de 2025. Pero el tipo de cambio real multilateral ya muestra un atraso preocupante. Las exportaciones agroindustriales sostienen el superávit, pero a costa de un esquema que no promueve el desarrollo ni diversifica la matriz productiva. No hay una política industrial; hay política cambiaria y ajuste.
La “recuperación” del segundo trimestre —con una proyección de crecimiento del 7,1%— es una cifra fría, que se explica más por la estacionalidad agrícola que por una mejora estructural. Mientras tanto, el desempleo y la informalidad crecen, y la conflictividad social se multiplica.En síntesis, el modelo económico actual avanza en números, pero retrocede en derechos.
Se prioriza el Excel sobre la economía real, el superávit fiscal sobre el bienestar social. La Argentina productiva y del trabajo no necesita orden a cualquier precio, sino un proyecto que combine equilibrio con inclusión. Lo que resiste, en realidad, es la sociedad, frente a un ajuste que no da respuestas ni muestra horizonte.
Julio Nieto
Presidente Grupo Realizar