La lista de La Libertad Avanza en nuestra ciudad terminó siendo un pobre collage progresista, ubicado en las antípodas de las ideas de libertad que encarna nuestro presidente. El resultado está a la vista: los vecinos le dieron la espalda a una propuesta desnutrida y carente de referentes con verdadera influencia en el ámbito local.
Su armador no solo dinamitó los puentes de la construcción política, sino que además quemó todas las naves del diálogo con otros sectores, dejando en evidencia su nulo trabajo territorial y la ausencia de una fiscalización seria y comprometida. A ello se sumó la soberbia de creer que la sola marca Milei bastaba para garantizar el triunfo. Así lo manifestó el dirigente liberal Walter Gutiérrez (foto), presidente de la Agrupación Unidos por Avellaneda, en su programa Nexos.
Gutiérrez no se guardó nada en su análisis del resultado electoral en el distrito. La humillante derrota de La Libertad Avanza en nuestra ciudad —casi 40 puntos de diferencia (26% contra el 64% de Ferraresi), la más amplia en toda la provincia de Buenos Aires— es un golpe durísimo para su conductor local, que además carga con el lastre de un pasado kirchnerista reciente. Este trasfondo desnuda aún más las fallas estructurales de un armado diseñado a la medida del intendente. El partido libertario en Avellaneda terminó siendo conducido por oportunistas que, de un día para otro, se declaran liberales y al otro progresistas, son los mismos que hasta hace unos meses entonaban la marcha peronista y defendían públicamente a la delincuente y condenada Cristina Kirchner.
La ausencia del referente libertario en los barrios y su falta de compromiso en las redes sociales con el modelo de país que impulsa el Presidente de la Nación configuran una incoherencia ideológica inaceptable. Su pasado kirchnerista es una cruz imposible de ocultar para quienes buscan una alternativa real al oficialismo local.
El acuerdo con un sector del PRO, debilitado por sucesivas derrotas, cerró las puertas a nuestros aliados naturales. Se desoyó a dirigentes con experiencia y se desestimó el valor del consenso. La situación se agravó cuando el referente local de LLA manipuló la lista de manera cínica: hizo firmar a dirigentes que trabajaron con esfuerzo para representar a sus vecinos y, al día siguiente, se encontraron con que habían sido excluidos. Tras ello, se encerró en una oficina, dio de baja las redes sociales y, desde allí, comenzó a señalar a dirigentes y militantes como “traidores” sin razones de peso. Con más ego que proyecto y con una arrogancia que sofocó cualquier alternativa de crecimiento, lo que en un principio parecía un espacio con vocación de poder real termina siendo la crónica de una muerte anunciada.
Los votantes históricos del PRO no lo acompañaron, no fiscalizaron e incluso le dieron la espalda, justamente por haber peronizado el espacio de la libertad. Se autoproclaman libertarios, pero no saben si Adam Smith fue un economista clásico… o el papel que interpretó Brad Pitt en Sr. y Sra. Smith.
En conclusión, sostuvo Gutiérrez, el armado de La Libertad Avanza en Avellaneda fracasó en su esencia. No por la derrota en sí, sino por las razones que la provocaron. "No se puede hacer campaña desde un escritorio, subiendo fotos cada tanto, sin pisar los barrios, los clubes y las instituciones de los vecinos que después te tienen que votar, solo por aparecer primero o segundo en una lista", señaló.
La ausencia de una verdadera identidad con el proyecto libertario, sin trabajo de base y una estrategia de aislamiento derivan en una elección que deja un mensaje contundente: la militancia no se reemplaza por voluntarismo de ocasión, con punteros improvisados. Sin equipo técnico ni estructura, porque de esta manera se desemboca en una paliza tanto electoral como moral.
Para quienes creemos en una oposición seria, el único camino posible es construir un liderazgo legítimo, una identidad consistente y un compromiso real con el territorio. Avellaneda es una ciudad con enormes desafíos y requiere de una alternativa en la que los vecinos puedan confiar y a la que puedan acompañar.
Del escritorio a la paliza electoral, entre fotos y egos: Crónica de un fracaso anunciado
