En el corazón de la provincia de Buenos Aires y lejos del bullicio urbano, campos ondulados regalan postales de atardeceres dorados y aromas profundos que invitan a caminar entre las plantaciones para descubrir los secretos de una cosecha que combina saberes técnicos y amor por la tierra.
Propuestas del turismo rural y gastronómico en Saladillo y Tornquist, donde el fruto de la tierra se transforma en una experiencia única para los sentidos. Mate, ruta y un mapa bueno, bonito y bonaerense por descubrir. Agendá los eventos naturales imperdibles ¿Vamos?
El kiwi también es bonaerense
En la localidad de Saladillo, a unos 185 kilómetros aproximadamente de Capital Federal, la cosecha de kiwi sorprende tanto por su frescura como por su exotismo. Lo que alguna vez pareció una rareza se convirtió en un proyecto pujante impulsado por pequeños y medianos productores: vimos en este fruto una oportunidad, aseguran.
En 2009 Maria de lo Angeles Dellatorre y Oscar de Luca cultivaron una hectárea y crearon la marca Kiwi Saladillo [email protected] @ kiwis.saladillo- motivados por el deseo de crear un emprendimiento agroecológico en la Provincia. Tras un estudio del suelo que dio luz verde a la iniciativa plantaron los primeros 20 ejemplares: en 2015 cosecharon, vendieron y marcaron el inicio de un sueño que no paró de crecer sostenidamente.
“Oscar es kinesiólogo y en una charla con uno de sus pacientes le comenta que tenía dos plantas que no lograban dar fruto, este mismo le recomiendan ir a visitar un productor amigo de la localidad de Puan, al llegar se enamoró y se dio cuenta que eso es lo que quería para su vida”, rememoró su esposa María de los Ángeles.
Desde los mercados en los barrios, pudieron acercar sus frutas directamente a los consumidores locales y en distintas ferias como las de 25 de Mayo y Las Flores. “Los primeros 2 años fueron duros porque en el pueblo no éramos conocidos y terminamos vendiendo en el mercado central. Allí no tuvimos una buena experiencia pero sí un gran aprendizaje”, recordó Dellatorre.
Este equipo además, tiene una filosofía del cuidado por los alimentos que los hace diferentes. Con la fruta que se pasó de maduración o no está apta para la venta elaboran mermeladas artesanales, sin ningún aditivo.
Aman lo que hacen y por eso lo comparten en experiencias como cosechero por un día, que invita a recorrer las plantaciones por la llamada “Ruta de la vitamina c”, con cultivos como limón, lima, naranja, mandarina y por supuesto, kiwis.
“Comenzamos con una charla sobre las diferentes variedades de plantas, donde cada persona puede elegir qué va a cosechar y quien haya obtenido la fruta de mayor peso gana un premio. Luego, en la matera, ofrecemos degustaciones de mermeladas acompañadas de mates y tortas que realiza una emprendedora amiga”, detalló María de los Ángeles.
La paciencia del olivo y una cosecha soñada
A 588 kilómetros de Capital Federal, hacia el sur en Tornquist, el horizonte se mezcla con los vientos del sur y el olivo extiende sus ramas como un poema de resistencia y belleza.
Los climas secos de la localidad y los suelos pedregosos se convirtieron en perfectos aliados para una familia que decidió transformar sus predio de 14 hectáreas en algo más que un lugar de descanso.
Lo que comenzó como un proyecto de cabañas turísticas dio un giro inesperado tras una visita reveladora a olivares en la localidad de Puan. La imagen de esos árboles nobles y productivos prendió una chispa en la familia. Tras varios estudios de suelo, crearon su propio olivar.
Fue en 2016 cuando plantaron los primeros ejemplares, dando inicio a nueve años de trabajo, aprendizaje y mucha perseverancia. “Los primeros años fueron duros. El clima, los tiempos lentos del olivo y la incertidumbre casi nos hacen desistir”, recordó Yanina Torres, propietaria de la finca.
Sin embargo, la paciencia, como el buen aceite, siempre recompensa y este año lograron una cosecha récord que marcó un punto de inflexión en el proyecto..
“Cosechamos unos diez mil kilos de aceitunas, los llevamos a Bahía Blanca o Cabildo para que las muelan y volvemos con el aceite. Son unos mil litros aproximadamente, que envasamos y etiquetamos de forma manual, después de dejarlo decantar el tiempo correspondiente”, contó la olivicultura.
Los olivares tiñen los campos de un verde vibrante y regalan postales magnéticas, que los productores comparten con los visitantes al abrir las tranqueras para mostrar cómo se elabora uno de los aceites más nobles del país. Ofrecen visitas guiadas con degustación para toda la familia, recorridos por los campos, charlas técnicas, cata con maridaje, ideales para disfrutar en pareja. Además para los pequeños curiosos la experiencia Exploradores del olivar con bitácora en mano, binoculares y lupa permite aprender sobre el proceso de los aceites.
“Brindamos visitas guiadas, catas con maridaje, picnic en el olivar, actividades para los niños y participación en la época de la cosecha”, agregó.
En cada fruta, en cada gota de aceite late una historia de pasión y esfuerzo. Saladillo y Tornquist proponen viajes para disfrutar de experiencias autóctonas que conectan el ritmo de la naturaleza y el sabor auténtico del interior bonaerense en vacaciones de invierno.
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