A orillas del Paraná, donde la bruma matinal parece retener los ecos del pasado, laten dos pueblos que resisten al olvido: Santa Coloma, en el partido de Baradero, y Vuelta de Obligado, en el de San Pedro. Dos destinos increíbles para disfrutar este fin de semana largo por el Día de la Soberanía Nacional, que condensan la esencia del interior bonaerense, con sus caminos de tierra, su aire sereno y su memoria anclada al cauce de un río que fue testigo de batallas, sueños y silencios.

Santa Coloma: entre eucaliptos y trabajo agroganadero

Llegar a Santa Coloma es atravesar un paisaje como detenido. El camino se abre entre campos ondulados y eucaliptos altos que perfuman el aire con un aroma seco y dulce. El tiempo no se mide en relojes, sino por el canto del gallo, el paso lento de los caballos y el humo que aún se eleva desde los hornos de barro.

La localidad  nació en torno a la estación del ferrocarril y a la capilla de Santa Coloma, de líneas simples, con su campanario blanco mirando al cielo. Hoy, las vías están cubiertas de pasto, pero la historia sigue presente en cada esquina. “Somos 200 habitantes y la principal actividad es la agroganadera.  Tenemos una de las celebraciones más importantes de la nación: la Fiesta del Mondongo y la Torta Frita”, relató Roque Alberto Sotto, delegado de Santa Colomba.

Caminar por sus calles se pueden descubrir casas de ladrillo antiguo, portones de hierro forjado y patios cubiertos de parras. En la plaza, los bancos de cemento aún conservan los nombres de las familias que los donaron, gesto que revela el profundo sentido comunitario que define al pago. Los fines de semana, algunos habitantes abren sus puertas para compartir dulces caseros, embutidos y pan recién horneado.“Cuando cumplimos  100 años, en 2012, fundamos nuestro museo para resguardar la memoria local.Cada vez más casas de campo y alojamientos reciben visitantes para compartir nuestras tradiciones”,  contó Sotto.

Quien busque calma encontrará en Santa Coloma un refugio ideal. No hay ruidos, ni apuros, ni carteles luminosos. Solo el rumor del viento y el eco lejano de las campanas. Cada tanto, una bicicleta pasa despacio y el saludo entre desconocidos se vuelve costumbre. Esa cordialidad, tan propia de las comunidades rurales, transforma una caminata en un encuentro. “Nos queremos superar todos los días, estamos trabajando para ampliar la oferta gastronómica,con las comidas típicas de la zona. Para el próximo verano vamos a sostener una oferta turística variada,  para un día o escapadas de  fin de semana”, agregó.

Vuelta de Obligado: historia de soberanía al borde del Paraná

A pocos kilómetros de Santa Coloma, en el partido de San Pedro, Vuelta de Obligado emerge como un escenario natural de belleza conmovedora: el Paraná dibuja una curva amplia y poderosa. En esas aguas tuvo lugar una de las gestas más importantes del siglo XIX: la Batalla de la Vuelta de Obligado, ocurrida en  1845, cuando las fuerzas conducidas por Juan Manuel de Rosas enfrentaron a las escuadras anglo-francesas que pretendían navegar libremente por el río.

El Parque Histórico Natural Vuelta de Obligado conserva el espíritu de aquella jornada epica en defensa de la soberanía nacional. En sus senderos, entre sauces llorones y barrancas rojizas, descansan cañones, anclas y cadenas que rememoran la resistencia criolla. Cada 20 de noviembre, el sitio se llena de visitantes que asisten al acto conmemorativo, donde flamean banderas y se escuchan marchas patrias bajo el sol del mediodía.

En 2020, un pescador llamado Jorge López junto a su mujer Tamara López descubrieron eslabones de cadenas que, aparentemente, fueron utilizadas en aquella época para cortar el paso de los barcos piratas. “Arqueólogos trabajaron por tres meses, con grandes dificultades y las crecientes del río Paraná, hasta rescatar 48 de los eslabones”, contaron desde  @visita_obligado.

Más allá del pasado, Vuelta de Obligado también invita a disfrutar de la naturaleza. Sus barrancas ofrecen miradores perfectos para contemplar el río en calma, mientras pescadores esperan con paciencia el pique del dorado o la boga. Las familias arman sus picnics bajo los árboles y los niños corren entre las piedras buscando caracoles.

El lugar cuenta con campings, paradores y senderos que permiten recorrerlo sin apuros. Algunos locales ofrecen paseos en lancha, visitas guiadas y propuestas gastronómicas que rescatan los sabores regionales: empanadas de pescado, pastelitos fritos y licores artesanales. En los días claros, las bandadas de garzas cruzan el cielo como un recuerdo vivo de la libertad que siempre caracterizó al Paraná.

Dos destinos, una misma alma

Aunque distintos, Santa Coloma y Vuelta de Obligado comparten una identidad: la de los pueblos que sobreviven gracias a la memoria. En ambos, la historia no está encerrada en los libros, sino en las voces de su gente, en los muros despintados, en los caminos que conducen al río.

Detrás de cada ventana hay una anécdota, un gesto de hospitalidad, una receta heredada. En Santa Coloma, el sonido del tren que ya no pasa aún vibra en los oídos de los mayores. En Vuelta de Obligado, el rugido del Paraná recuerda que el coraje puede nacer de la tierra misma.

Ambos destinos son ideales para una escapada de fin de semana, especialmente para quienes buscan desconectarse del ritmo urbano y reencontrarse con lo esencial. Las distancias cortas, el silencio, el contacto directo con la naturaleza y el respeto por las tradiciones convierten a estas localidades en auténticos tesoros del norte bonaerense.